Materia Oscura, Blake Crouch

¿Ciencia ficción dura o pura ficción? Entre esos dos polos oscila la creación literaria de este género desde que perdió el favor masivo de los lectores. El fin de la Unión Soviética puso fin al interés por la carrera espacial, ya que se dio por hecho que Estados Unidos había ganado. Mucho antes el mundo occidental daba por hecho que la NASA llevaba la delantera, y tanto es así que aquella misión Apolo XIII de los setenta -la de “Houston, tenemos un problema”- apenas suscitó la atención pública. Al fin y al cabo regresaban, otra vez, a la Luna, qué original.

Edición española de la obra de Crouch por Nocturna Ediciones 2017

La repercusión de esa actitud social supuso que los universos imaginados donde una futura humanidad viviera rodeada de robots -Asimov- o se descubriera a sí misma en sociedades extraterrestres -Bradbury- dejaran de demandarse entre los más vendidos de las librerías. A partir de ese punto la ciencia ficción se dividió en dos subgéneros, el duro y el general. Duras son las novelas basadas en postulados científicos, cuyas explicaciones pueden escapar al lector común. Generales, las que simplemente rodean el argumento con fantasías futuristas. Materia Oscura está en mitad de los dos, y puede que por eso acabe siendo un referentes para autores y lectores.
La base teórica forma parte de esos aspectos de la Física difíciles de entender, los de la mecánica cuántica. Si han oído hablar del experimento imaginado del gato de Schödinger sabrán que el animal está vivo y muerto a la vez antes que el observador abra la caja. Lo que intenta demostrar esa paradoja es que en el universo cuántico un electrón puede estar en dos lugares distintos al mismo tiempo, hasta que el observador mira y decide en qué sitio se queda. Lo que es pura fantasía para la realidad común es rutina en la física cuántica. Qué ocurre si trasladamos eso a una tecnología aplicable y lo convertimos en algo tangible en nuestro mundo. Aquí es donde comienza la trama de Materia Oscura.
Blake Crouch nos propone a un científico capaz de fabricar una caja como la de Schödinger, pero donde podemos meternos nosotros mismos y acceder a los universos paralelos. Es decir, a aquellos en los que nuestro yo ha tomado otras decisiones.
Desde el punto de vista de la física, los universos paralelos nacen de la influencia de la medida, a la que podemos llamar observación. Como observadores de la realidad, influimos en ella, decidimos si el gato está vivo o muerto, si el electrón está a la izquierda o a la derecha del tablero. El autor da un paso más y decide que en su trama fantástica, cada decisión vital que tomamos genera un universo paralelo donde nuestro yo comienza a vivir una vida completamente diferente. Imaginen un mundo en el que ustedes hubieran estudiado algo diferente a lo que eligieron, cambiaran de pareja, no tuvieran hijos, o los tuvieran, si no los tienen. E imaginen también la posibilidad de visitar esos mundos y observarse a sí mismos en cada una de las variaciones.
Lo fascinante de Materia Oscura es que el protagonista es víctima de sí mismo en otro mundo paralelo, desde el que su yo espejo viene a ocupar su vida. Este científico dejó su carrera para tener un hijo y casarse con su pareja, mientras que el que inventó la caja la abandonó y no tuvo ese hijo. Un día el yo del éxito profesional viene a ocupar el sitio del otro, enviando a este a su mundo. Y comienza un apasionante thriller que no da un minuto de respiro al lector. Ni un segundo, más bien.
Porque uno de los mejores aspectos de esta novela es precisamente su capacidad de mantenerte atrapado en las páginas esperando a ver qué pasa. Se mete en un berenjenal bestial, y si uno no entiende demasiado la física cuántica, cosa que nos pasa a la mayoría, puede prescindir de las repercusiones científicas del argumento para centrarse solo en la trama. Asegurado éxito por tanto para lectores de novelas de aventuras que no necesariamente se interesen por el género. Un enorme acierto, y un gran talento el de Blake Crouch, del que ya estoy deseando ver cómo ha seguido evolucionando en el resto de sus libros.

El pelirrojo es Blake Crouch, y esta imagen está tomada de su web https://www.blakecrouch.com

Lo negativo, la salida del berenjenal. Todo estaba muy bien planteado, hasta que lleva el experimento de Schödinger al extremo, y en lugar de aparecer un gato muerto o uno vivo, aparecen tantos gatos como observadores hayan abierto la caja. Lo expreso así para no revelar el argumento, pero háganse a la idea de que todos sus yos, procedentes de todos los universos posibles, se reúnen en una habitación con un gato, muerto o vivo, para defender que ellos son los que deben ocupar su lugar. La locura.
Otro aspecto que le falta a Materia Oscura para subir el escalón de la literatura es la profundidad del personaje central. Menuda aventura vital con enormes implicaciones filosóficas vive. Pese a ello sale únicamente con el deseo, tan de película norteamericana, de ser un padre de familia que cuida de su mujer y su hijo. Vale, muy tierno, muy bonito, pero las posibilidades de reflexión e implicaciones vitales tienen mucho recorrido, y Crouch no las aprovecha. Ello no quita para que el libro se disfrute enormemente, tan solo le falta ese final perfecto que hace el gran postre de un buen menú, uno excelente.
Así que de momento la ciencia ficción, que puede aprender mucho de Materia Oscura, no deja de ser un género menor. Mañana será otro día, y aparecerá por fin el equivalente a Juego de Tronos, no ambientado en un escenario medieval y fantástico de cuento de hadas, sino en uno futurista y científico. Estamos cada vez más cerca de eso, y Materia Oscura lo demuestra.